Las raíces blancas de Sudáfrica
Para encontrar el origen de la población blanca en el sur de África deberíamos remontarnos a finales del siglo XV. En esa época, la única vía de comercio entre Europa y Asia eran las rutas comerciales terrestres como la Ruta de la Seda. Con la conquista de Constantinopla (Estambul) por parte del Imperio Otomano todo se complica. Estas rutas terrestres pasan necesariamente por dominios Otomanos y estos se comportan como un auténtico martillo pilón contra los intereses de los comerciantes europeos, cobrando tasas desmesuradas e incautando mercancías. El Canal de Suez no existía todavía.
Para luchar contra estas injerencias al libre mercado, los portugueses, la gran potencia naval de la época, se empeñaron en encontrar una ruta marítima alternativa a la Ruta de la Seda: la circunnavegación de África. Primero fue Diego Cao, que llegó hasta las costas de Namibia, en el sudoeste de África, luego Bartolomé Díaz, que logró llegar hasta el Cabo de Buena Esperanza. Por último, Vasco da Gama, que logró culminar la navegación llegando hasta la India.
Un par de siglos más tarde, ya con la nueva ruta marítima consolidada, el poder naval lo ostentaba la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, de capital privado pero participada por el Estado. A mediados del siglo XVII la peste negra azotaba Europa, y esta compañía tenía el monopolio de lo que se consideraba el único remedio contra la enfermedad: la nuez moscada, que se importaba directamente de las islas Malucas, en Indonesia, en ese momento bajo el yugo colonial holandés.
La travesía des de Holanda hasta Indonesia era demasiado larga y muchos marineros llegaban enfermos o sin dientes al destino final a causa del Escorbuto. Esta enfermedad se manifestaba por falta de ingesta de frutas y verduras que aportaran vitamina C.
Jan Van Riebeeck puso los pies en los territorios del Cabo de Buena Esperanza con un único objetivo: crear un gran huerto para aprovisionar de productos frescos las naves comerciales. Era 1652.
Para cumplir con su objetivo, empezaron una campaña para incentivar el flujo migratorio de cientos de granjeros (Boers, en holandés) desde Holanda hacia estos territorios africanos. Un nuevo mundo estaba todavía por descubrir y ofrecía posibilidades de adquirir nuevas tierras de manera relativamente fácil. Solo habría que arrebatársela a la población local, que, a la larga, habrían de servir también como mano de obra esclava. A estos granjeros holandeses se sumaron años más tarde grupos de Hugonotes franceses. Compartían religión, el Calvinismo. Esta rama del Protestantismo se basaba en la austeridad, el patriarcado severo como organización familiar, y en considerarse a sí mismos como una suerte de pueblo elegido por Dios. Carta blanca para justificar moralmente la conquista del sur de África y arrebatar tierras a sus legítimos dueños.
El número de colonos calvinistas fue creciendo progresivamente por el efecto llamado. Y fueron ampliando sus dominios hacia el interior y también hacia el norte bordeando la costa. Adquirir nuevas tierras conllevaba arrebatársela a los habitantes autóctonos, grupos de origen Bantú como los Xhosa o los Zulú que anteriormente ya habían desplazado a los habitantes originales de la región, los Khoi San, que eran cazadores-recolectores y vivían en pequeños grupos familiares. Durante este proceso de expansión, los holandeses necesitaban más mano de obra para trabajar tanta tierra, así que importaron esclavos de sus colonias en Asia. Gente a la que posteriormente denominarían Malayos del Cabo.
El poder económico de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales fue menguando con los años. Pero el enclave del Cabo seguía siendo esencial para todos aquellos que comerciaban con Asia. El Imperio británico dependía de su puerto para hacer escala y aprovisionarse de productos básicos para proseguir la travesía en su camino hacia su colonia en la India. Los británicos vieron en la debilidad holandesa una oportunidad.
Era 1795. Mandaron tropas y, después de seis semanas de batalla, consiguieron apropiarse de Ciudad del Cabo. A partir de entonces se produce una inmigración masiva des de todos los confines del Imperio británico a su nueva Colonia del Cabo. Poco a poco, los nuevos colonos de habla inglesa van haciéndose con el control de las áreas urbanas, el comercio, las finanzas y también de los recursos mineros que se van descubriendo. Los Boers son tolerados por los ingleses como un mal necesario. Les ayudan a controlar a los grupos bantús y, además, se mantienen en el entorno rural, de poco interés para los británicos.
Por su parte, los Boers andan agobiados. Son ya varias generaciones de granjeros naciendo y muriendo en África. Desconectaron hace tiempo de la vieja Europa. Se consideran ya africanos. Y de hecho pasan a autodenominarse Afrikaners. Detestan a los ingleses, recién llegados y siempre con un pie en Europa, con miedo a desconectar del todo de la patria madre. Los ingleses se entestan en normalizarlo todo, en crear leyes para todo. Los Boers han permanecido independientes durante décadas, actuando como granjeros freelance y han hecho lo que han querido como pioneros en la conquista de nuevas tierras. La abolición de la esclavitud por mandato británico en 1834 es la gota que colma el vaso. Pues ataca directamente a su modo de vida, ya no obtendrán tanto lucro al no poder contar con mano de obra esclava para arar sus campos.
Deciden romper con todo y adentrarse hacia el interior del continente. Territorios desconocidos que ofrecen un sinfín de nuevas oportunidades, pero también de peligros. Cogen sus carretas tiradas por bueyes, cargan todas sus pertenecías, e inician lo que más tarde pasaría a ser conocido como El Gran Trek. En su camino van cruzándose con un sinfín de pueblos autóctonos que les plantarán cara. Causándoles un gran número de bajas. Los Zulús les causan muchos problemas, encabezados por el rey Shaku Zulú, un gran estratega militar. Pero los Boers son gente de campo, dura, acostumbrados a vivir en entornos agresivos y también tienen una técnica militar bastante efectiva, forjada a base de años y años de escaramuzas con la población local. Disponen sus carretas en círculos impenetrables cerrados. Las mujeres se encargan de cargar la munición de los fusiles, los hombres disparan a discreción sobre los africanos, que se lanzan al ataque pertrechados solamente con lanzas y escudos. Consiguen avanzar y crean tres nuevas repúblicas independientes del Imperio Británico: Natalia, Transvaal, y el Estado Libre de Orange
Los ingleses les arrebatan Natalia rápidamente, pues tiene salida al mar y, por lo tanto, un carácter estratégico. Rápidamente pasaran a cambiarle el nombre por Natal. En cambio, la nueva Transvaal y el Estado Libre de Orange no parecen interesar demasiado a los ingleses. Son territorios alejados de la costa.
Esta actitud negligente de los ingleses empieza a cambiar cuando en el Estado Libre de Orange se descubren grandes reservas de diamantes y en la Transvaal, de oro. Los Boers son granjeros, y siguen más interesados en el campo que en la explotación minera.
Los ingleses deciden apropiarse de la región de Kimberley, la gran productora de diamantes. Lo hacen fácilmente, anexionándola a su Colonia del Cabo.
El caso de la Transvaal es totalmente diferente. La gran mina de oro, localizada en Witwatersrand, cerca de la actual Johannesburgo, se encuentra en pleno corazón del territorio Boer. Los ingleses intentan arrebatársela por la fuerza a los Boers. Pero subestiman su capacidad militar y los granjeros derrotan al gran ejército del Imperio Británico en lo que años más tarde pasaría a recordarse como la primera Guerra Anglo-Boer. Efectivamente la explotación de las minas de oro está en manos de hombres de negocios con lazos en el Imperio Británico. Éstos han invertido en infraestructuras para explotar las minas. Pero son los Boers los que controlan el territorio y cobran las tasas. Llegado el momento, estos capitalistas, cansados de pagar tantos impuestos y de los bloqueos que se encuentran por parte del Gobierno regional, inducen a intentar un segundo asalto contra las tropas Boers. Esta vez sí, concluye con su derrota y la ocupación británica del territorio. Las minas de oro están controladas, al fin, por parte del Imperio Británico.
Así concluye la segunda guerra Anglo-Boer, particularmente sangrienta y en la que los británicos se emplearon a fondo, quemando granjas y cosechas, matando ganado y encerrando a mujeres y niños Boers en campos de concentración, dónde miles murieron de hambre y enfermedades varias.
A partir de 1910, todos los territorios de la Colonia del Cabo, Natal, Transvaal y el Estado Libre de Orange, se unificaron con el nombre de Unión Sudafricana. Un territorio auto gobernado, pero que formaba parte del Imperio Británico. La unión Sudafricana es la predecesora de la Sudáfrica actual.
Bibliografía y visitas que el autor ha necesitado para realizar el artículo:
Visita al fuerte de Ciudad del Cabo. Altefeste de Ciudad del Cabo.
Visita al Slave Museum de Ciudad del Cabo.
Facinghistory.org
Britannica.com
Revista Altair. Sudáfrica. La tierra de la gran esperanza.
Texto escrito por @JordiRovira